¿De qué le serviría a un cristiano ocultarse de los hermanos en la fe para entregarse a cosas que no sería capaz de hacer o decir en presencia de ellos?
Dijo Jesús:

«Porque nada hay encubierto, que no haya de ser descubierto; ni oculto, que no haya de ser sabido.» Luc.12:2.

Y San Pablo declaró:

«Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después.» 1Tim.5:24 (Ver.1960).

Siendo esto así, cualquiera que se oculta para pecar está expuesto a la vergüenza de ser descubierto ante aquellas mismas personas de quienes se esconde, pero todavía en eso hay ventaja, porque aún tiene tiempo para arrepentirse. Peor sería que Dios permitiera que quede todo tapado hasta el día del Juicio Final, cuando ya no habrá lugar de arrepentimiento y el delito saldrá a relucir delante de todos. Allí el culpable será avergonzado delante de aquellos mismos a quienes trató de mantener engañados.
Quien teme a Dios nunca está solo, pues el ángel de Jehováh acampa a su alrededor, y por tanto es testigo de todas sus acciones.

«El ángel de Jehováh acampa en derredor de los que le temen, y los defiende.» Sal.34:7.

Tampoco está solo quien no teme a Dios, pues está rodeado de los mismos demonios que le inducen al mal, y que posiblemente serán los delatores y acusadores en el día del Juicio.
Bueno es que todos, pero mucho más los ungidos, reconozcamos que vano resulta aparentar fidelidad con el propósito de conseguir algunas ventajas para el cuerpo, con el consiguiente peligro para el alma, pues ésta y aquél están al alcance de la mano de Dios.
El único modo de hallar seguridad física y espiritual está en temer a Dios y guardar sus mandamientos, ya que esto es lo que hace al hombre completo o cabal.

«El fin de todo el discurso oído es éste: Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o mala.» Ecl.12:13-14.

Spmay. B. Luis, Playa Baracoa, 1971.